Con vistas a Somosierra, el monte de Urbión y el Moncayo, las viñas están en lo que tiempo atrás fue el arroyo de Golbán, y conviven con árboles, hierbas aromáticas.
Un ecosistema que luego se trasladará al vino por pura interacción de todos los elementos. Y es que en esta bodega se ha optado por la elaboración biodinámica. Predomina la uva tinto fino, como se conoce a la tempranillo en la Ribera del Duero, de la que gestionan más de 600 parcelas (15 hectáreas son en propiedad, a las que suman el control de otras 45), trabajadas con enorme vocación y sin ningún tratamiento químico, como marca la biodinámica. La edad de las cepas no baja de los 60 años, junto a otras tantas que superan el siglo y medio, y el 80% son pre-filoxéricas. El viñedo está plantado en vaso, lo que evita la transpiración del agua, y sólo se emplea estiércol de oveja, sin añadidos químicos de ninguna clase. De este modo, la hierba crece entre las cepas contribuyendo a quitarle vigor a la viña, lo que favorece la concentración de sabores en las uvas. El resultado son plantas vigorosas y producciones de unos 2.500 kilos por hectárea, sinónimo de vinos de calidad.
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